Escribí “piedra”
en un libro antiguo
que siempre mirabas,
sonrojadas
por el frío
tus mejillas.
Un libro viejo;
que era de fuego
ante tus ojos
y de niebla
ante los míos
Pero tú fuiste capaz
con tus manos
de apagarlo.
de manejarlo,
de sobrevivir
al estruendo de sus páginas.
Mientras
yo
lo miraba y miraba
sin ver nada.
más espesa era la niebla
a medida que avanzaba.
Escribí “piedra”
en el libro
y, cuando lo leíste,
por fin,
pasadas mil dificultades,
te echaste a reír.
¡piedra!
-exclamaste
entre carcajadas-
y echaste a volar,
como los pájaros
que nunca
fuimos.