Solo te he visto dos martes tirados sobre el calendario como
si cualquier cosa, negros de rutina, y tu los marcaste en rojo festivo con tus ojos.
Hacía mucho que no encontraba una musa tan espontánea, tan repentina, y me
inspiraste un simple texto que escribí en el propio autobús. Aquí te lo entrego
en una simple carta, sin más intención que la de subirte el autoestima. También
me gusta mostrarle a las musas lo que inspiraron y como eres la más misteriosa
de cuantas haya tenido, aquí va una carta que es mezcla de timidez y osadía.
Sin más, mi (tu [nuestro]) escrito.
Destino
Sé que suena a tópico un escritor que le escribe a una mujer
que viaja en un tren o un autobús, qué son metáforas fáciles la velocidad, el
paisaje fugaz, la gente ajena a mis latidos, las paradas, el ruido de las ruedas,
el conductor. Pero no hablaremos de metáforas, hablaremos de ti, porción de mis
sueños, ángel fugado de la cárcel de mi subconsciente mas secreto. ¿Existes o
te existo? Y qué razonamiento más extraño, supongo que las musas sois esto, una
idea en forma de mujer, una mujer en forma de verso. Quizás lo único que hacéis
es crear un deseo, un ácido deseo de escribir que corroe la mente del escritor
hasta que sin más se sienta y os escribe. Si fuera Neruda te compararía con el
pan y el aceite por quererte cotidiana y comestible, si fuera Lorca te llamaría
océano, luna, lenguaje, rosa de madrugada, lirio discreto, si fuera Bécquer te
llamaría arpa, imposible, alma mía. Pero aquí estoy como pasajero y
aprovechando el extraño lugar donde naciste para mis ojos, que te esperaban
como un vagabundo la cálida pasión de una cama en el árido invierno,
aprovechando este lugar sobre ruedas te llamaré destino, y así será hasta que
del cielo caiga sobre mis orejas la luciérnaga guía que es tu nombre.
Y eso me recuerda que no sé nada de ti, quizás la lluvia te
regó de pretendientes con tanta rutina que uno más, por escritor que sea, no va
a seducirte lo más mínimo. Y aun he de preguntarme si me seducirá la mujer que
se esconde tras las palabras con que te rodeo, una mujer que pudiera ser
asesina, voluntaria o pingüina…quién sabe. El caso es que mirándote a los ojos
uno percibe una suerte de inteligencia que a un servidor le raja el alma, y con
los pedazos que quedan te escribo. Quiero conocerte, sin más, sin las nieblas
que ahora te envuelven; quiero encontrarme en tus ojos, navegar en tu voz,
perderme en tu misterio.
Pero es un tópico al fin y al cabo; bajaré en la siguiente
parada y partiré sin ti, pero soñaré contigo y quizás en mis fantasías no haya
parada ni lugar al que llegar, quizás allí tú seas el motivo del viaje, seas mi
destino.