martes, 21 de octubre de 2014

Hoy



Hoy no te abrazaré sin que la lluvia importe, sin que el pecado que somos nos convoque a la carne misma de la que venimos y a la que somos adictos. Hoy nada de flotar por los suelos entre gemidos mudos, de arrancarnos la piel a arañazos asesinos, de besarnos hasta empañar los cristales. La pasión no ha de nacer hoy de las entrañas, de las vísceras que, enamoradas, se contraen y se estiran, se estiran y se contraen. Hoy no vamos a dejar que las caricias nos hieran, ni que mi voz rasgue el aire con un verso. Hoy vamos a callar cada palabra, a negar cada paso, a permanecer inmóviles aquí, en este punto exacto, en que no nos vemos ni tocamos. 
Hoy declaro la huida, el miedo, el pavor a lo que sentimos como única solución posible ante la guerra que nos aborda. No más barcos de madera astillada, no más vientos de incesante arrebato. No caben la locura ni el afán, el ansia ni la furia, solo la placidez insípida, la paralización severa. La luna no aparecerá en escena, ni las estrellas romperán la oscuridad con su llanto de fuego. Vacío estará el cielo; como si estuviéramos solos. El universo se esconderá para permitir la entrada a aquel que se acerca y nos condena. Ni primaveras ni veranos vendrán en nuestro auxilio; ni dioses ni diablos rezarán por nosotros. 
Hoy solo acudirá el verdugo, el juez engreído vendrá para interponerse a este amor que nos sale por los poros y nos revienta. Llegará con su guadaña de muerte y la hará silbar en el aire, con un eco infinito, partiendo lo que quede de nosotros;  tú serás tú, yo seré yo. Una vez acabada su estrategia fría, perdurará como gran dictador de su propio destrozo: El silencio.

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