III
En días como hoy,
uno se queda quieto, distraído mirando cualquier cosa: un objeto, una luz. En
días como hoy, uno no sabe si dividirse o multiplicarse, si agrietarse en un
llanto sonoro o cubriste de hormigón los párpados. En días como hoy, toman
sentido las palabras que nunca dije, las esperanzas que nunca perdí. En días
como hoy, se me ocurre la manera de explicarte lo que ocurrió...y, en
días como hoy, es bien sencillo...
Me pediste que te olvidara y me puse a ello; he
olvidado muchas veces y sé cómo hacerlo. Es coger una pequeña piedra en tu
cabeza, apretarla fuerte hasta convertirla en un polvo extraño, que se te mete
en el lagrimal y te deja mil noches en vela. Tras ese suplicio llega el ansiado
silencio.
Pero esta vez me sorprendí intentando mover una
montaña, tu amor fue algo tan evidente y natural que echó raíces, que creó
cimientos que llegaban a una profundidad que a día de hoy aún no comprendo.
A partir de aquí la cosa es evidente:
intentando mover tu recuerdo acabé por moverme a mí, como cuando empujas una
pared y el que acaba retrocediendo a tu propia fuerza eres tú mismo.
He cambiado, soy otro.
Me he sentado en un saliente de tu recuerdo a
odiar a un hombre que ya no existe.
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